Marrakech: Viaje a un Universo Fascinante

Bastan algunos minutos atravesando la multitud que se amontona en la plaza Yamaa el Fna para entender, que de hecho, hemos entrado en un mundo diferente. En Marrakech existen muchas formas de perdernos y reencontrarnos: en las calles y curvas de la medina, en los sabores de la comida cocinada en tajines, en la belleza de los pórticos de los templos, en el frescor de los jardines y las sorpresas de la ancestral cultura mora.
Encuentro en la plaza

El sol abrasador empieza a ponerse y proyecta sombras fantásticas en el suelo. Se escuchan sonidos de oraciones islámicas entonadas desde numerosos minaretes. En varias filas de tiendas restaurante empiezan a prepararse las cenas y las fragancias de las especias llenan el aire. Al norte, cafeterías con balcones panorámicos donde hombres beben té y fuman en narguiles. Más al sur, circulan jóvenes en motos, músicos callejeros, vendedores de bisutería y alfombras, malabaristas y turistas curiosos, en un caleidoscopio de sonidos, colores e imágenes que sobrecargan los sentidos. Bienvenido a la Plaza Yamaa el Fna, el tradicional mercado de la medina de Marrakech.

El lugar es el punto de partida ideal para explorar la medina, ya que todas las calles que de aquí salen nos llevan a algún lugar interesante. Yamaa el Fna, con todas sus tiendas, establecimientos de restaurantes, cafeterías, vendedores, animación callejera y personajes, sirve como una ventana que nos proporciona una visión de la vida y cultura magrebíes.

Es también aquí que se encuentran las primeras curiosidades históricas de Marrakech. En el sudoeste de la plaza, atravesamos un jardín refrescante antes de llegar a la Koutoubia, una importante mezquita construida en el siglo XII y fácilmente reconocida por la alta torre de su minarete, que domina el paisaje alrededor.

Laberinto de olores y colores

 Esta ciudad fundada en el siglo XI por un noble almorávide llegó a ser capital de Marruecos, y todavía hoy es considerada como una de las ciudades más importantes del mundo árabe. Las calles sinuosas de la Medina de Marrakech, patrimonio de la Unesco, reflejan esa larga historia. Es fácil perdernos en este laberinto de edificios antiguos, mercados repletos de gente, callejones, templos y rincones inesperados, por lo que se aconseja un buen mapa… o un guía de confianza.

En los diversos zocos y mercados de la medina, las interpelaciones de los vendedores son constantes y asertivas. Todo está en venta en estos bazares, que son de resto típicos del día a día marroquí: ropas, zapatos, alfombras, joyas, artesanía, especias o teléfonos móviles. Prepárese para regatear el precio: es una tradición local y algunos vendedores incluso creerán que es extraño hacer una venta sin discutir el precio.

En este momento conviene lanzar un aviso: en ciertas zonas de la medina nuestros sentidos son asaltados por los olores de las tintorerías en las que se fabrican las tintas utilizadas para colorear los artículos de piel. Sea como sea, una visita a una tintorería puede ser interesante, ya que la mayoría de estos establecimientos usan métodos artesanales milenarios. Un consejo: tápese la nariz.

Ciudad - museo 

Varios secretos de historia y cultura locales esconden en medina. Justo en el centro, la madrasa Ben Youssef, antigua escuela islámica medieval, es hoy en día un monumento abierto al público. En la zona sur encontramos el Palacio de la Bahía: este conjunto de mansiones y jardines data del siglo XIX e incluye trabajos de algunos de los mejores artesanos de la época, que trabajaron bajo la orientación del arquitecto El Mekki. Al este encontramos las ruinas del Palacio El Badi, construido por el sultán Ahmad al-Mansur tras la Victoria contra los portugueses en Alcácer Quibir, en 1578. El palacio mantiene las murallas y un conjunto de grandes pabellones, y constituye un testimonio arqueológico notable. Cerca de este lugar podremos visitar el Mellah, antiguo barrio judío en el que se encuentra el mayor mercado de especies de la ciudad.

Alejándonos del bullicio del centro de la medina descubrimos la paz de los Túmulos Saadianos, otro legado del sultán al-Mansur. Este increíble mausoleo fue descubierto en 1917 y contiene los túmulos de más de 60 miembros de la dinastía real Saadi. Curiosamente, en el patio del mausoleo encontramos también los túmulos de siervos y soldados que sirvieron a la familia, algunos de ellos enterrados en tumbas cristianas y judías. Tal como el Palacio de El Badi, esta estructura magnífica fue construida en mármol; los detalles arquitectónicos esculpidos en la piedra y trabajados en madera son notables.
Jardines, Terrazas y Cultura


Por toda la ciudad encontrará cafeterías, bares y restaurantes con agradables terrazas. Dependiendo de la hora del día, puede admirar la puesta de sol sobre la medina, protegerse de la luz incandescente del mediodía o abrigarse del frescor de las noches. Pruebe la cocina local: carne de cordero cocinada en tajines (las tradicionales ollas de barro marroquíes) o un plato de verduras con cuscús, con postre de dulce de almendra y un té caliente con especias.


En esta ciudad caliente en un país esencialmente desértico, los espacios verdes son muy apreciados. Ejemplo de ello es el jardín Majorelle —espacio concebido por el artista francés Jacques Majorelle— que incluye plantas típicas de la región alrededor de una curiosa casa azul que contiene un legado de arte berebere. Lejos del centro, el lago de los Jardines de Menara es con seguridad una buena opción para pasar una tarde refrescante.

Majorelle es la prueba que no todo son paseos e historia en esta ciudad. Existe una vibrante —y moderna— escena cultural que se desarrolla en una capa menos visible. El palacio de El Badi, por ejemplo, alberga el Museo de la Fotografía y las Artes Visuales. Además de su legado histórico, el Museo de Marrakech tiene también secciones dedicadas al arte contemporáneo. La ciudad recibe también a artistas de todo el mundo durante la Bienal de Marrakech, cuyos eventos (exposiciones, actuaciones y música) se realizan en la parte moderna de la ciudad (Nouvelle Ville), fuera del centro histórico.


Montañas y dunas

¿Todavía hay tiempo? Tal vez pueda explorar la región alrededor de Marrakech. Alquile un coche o contacte con un operador turístico y haga un paseo por los Montes Atlas, donde se deslumbrará con los valles, montañas y aldeas tradicionales. O entonces únase a una excursión con destino a Zagora o Erg Chebbi y visite el Desierto del Sáhara. Monte en camello, siga a los guías bereberes hasta el campamento, duerma bajo las estrellas y vea el amanecer detrás de las dunas: es una experiencia que nunca jamás olvidará.

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