Santiago de Compostela - Caminos antiguos y nuevos

Diez rutas de peregrinaje, espirituales y laicas, confluyen en la capital de Galicia, la antigua comunidad de España. Dicho esto, hay mucho más en este lugar que solo tradición y religión. La catedral es el epicentro, donde los caminos del pasado se encuentran con las calles del futuro.
Campo de estrellas

La historia, las leyendas y la fe se combinan inevitablemente. Las narrativas sobre la ciudad provienen de diversos orígenes y producen una amplia gama de crónicas, cuentos y referencias. El nombre Compostela deriva del latín “campus stellae” (“campo de estrellas”), que hace referencia a la visión del ermitaño Pelayo en 813, cuando las estrellas fugaces le indicaron la ubicación de la tumba del apóstol Santiago el Grande y sus discípulos Teodoro y Atanasio. Sin embargo, también hay otras explicaciones, como la inspiración de una mujer llamada Compostella, o la expresión “composita tella” (“cementerio”).

La impresionante catedral juega un papel importante en la historia de la ciudad. La construcción del templo comenzó en 1075 y se completó en 1211, la fecha de consagración.

Lo que se convirtió en el primer “itinerario turístico” del mundo se escribió alrededor del año 1140. Atribuido al monje benedictino y peregrino francés Aymeric Picaud, quien dedica el quinto libro del Códice Calixtino a la “Guía del Peregrino”, recogiendo consejos para los caminantes, detallando rutas, obras de arte y las costumbres de la gente local por el camino. Hay diez itinerarios para el Camino de Santiago y el más tradicional es el Camino de Santiago francés. Estas diez rutas son exclusivamente gallegas y sus extensiones tienen su origen en otros lugares de España, Portugal, Francia y Europa del Este.

Antes de la fecha que marcó el descubrimiento de la tumba del apóstol, Compostela era un asentamiento romano poco conocido. Tras el descubrimiento, además de una creciente importancia política y religiosa, la ciudad fue destruida por el gobernador árabe Almanzor en el siglo X. Una vez reconquistada, Santiago fue testigo de rebeliones, epidemias y guerras, además de recuperar su estatus, no solo como foco global de la peregrinación cristiana, sino también como ciudad estudiantil (la universidad fue fundada en el siglo XV) y como capital de Galicia, tras la publicación del Estatuto de Autonomía en 1981 y la declaración de Patrimonio Mundial por la UNESCO en 1985.
Historias en abundancia

Santiago de Compostela no se reduce a lo estrictamente espiritual. En el Bairro de San Pedro se percibe una tendencia a alejarse del turismo religioso convencional. La ciudad sigue albergando celebraciones un mes después del festivo mes de julio. En la Rúa San Pedro (el primer enclave desde el que se vislumbra la catedral al llegar por el Camino Francés), el gallego se puede oír en las tabernas, en las pulperías (establecimientos donde sirven pulpo); en las tiendas y establecimientos más tradicionales, los cuales conviven a su vez con galerías de arte, restaurantes dirigidos por jóvenes chefs, barberías modernas y centros culturales. Muy cerca, el Sarela, afluente del río Sar, corre a lo largo de las orillas y se extiende más allá de la ciudad, con sus pequeños puentes, canales, molinos y lo que queda de antiguas curtidurías. Hay parcelas donde se cultivan verduras, frutas y especias. Junto al río Sarela, el Parque Galeras se extiende sobre un terreno mayormente llano y separa Santiago de Compostela de los paisajes rurales vecinos.

Sin embargo, aunque se percibe algo extraño por todo el lugar, lo notamos sobre todo en el centro histórico. Sobre las puertas de los edificios se asientan bajorrelieves, pinos y cruces, lo que indica que pertenecieron a la archidiócesis, a los monjes benedictinos o al gobernador real. En los hogares más ricos, es común ver escudos de armas con una corona —vínculos con la familia real—, o cascos —si pertenecen “tan solo” a la nobleza—. Si un casco se gira a la izquierda, indica que el dueño era un hijo bastardo; si se gira a la derecha, que era legítimo.

Detrás de la catedral, si se sale de la Praza de Cervantes, encontramos las calles que formaban parte del antiguo barrio judío. El casco antiguo estaba situado entre la Rua dos Truques, la Ruela de Jerusalém, la Rua da Troia, la Capela de Ánimas (Capilla de las Almas) al sur; las callejuelas y pequeñas plazas, alrededor de la iglesia de San Miguel dos Agros. Los estudiosos dicen que, en ciertas calles, los edificios eran más altos, por lo que los católicos no veían las costumbres judías. La mayor parte de la población judía se dedicaba al comercio de plata y azabache, principalmente alrededor de la Praza das Praterías.

Paseando por delante del histórico Café Derby, en el Ensanche, encontramos las marcas más internacionales y las de Inditex, el poderoso conglomerado gallego que alberga a Zara, Pull & Bear, Massimo Dutti, Bershka, Stradivarius, Oysho, Zara Home y Uterqüe. Cerca de allí, y cerca de la estación de tren, hay discotecas pensadas para los jóvenes.

En Santiago de Compostela, lo sagrado y lo profano no son polos opuestos, sino que en ocasiones conviven uno al lado del otro. Por la noche, en la Praza da Quintana, una farola proyecta una sombra sobre el muro de la catedral, creando la ilusión fantasmagórica de una figura peregrina con capa, sombrero y bastón. Evoca dos leyendas. La primera es el relato sombrío de Leonard du Revenant, un noble parisino que mató a su padre para heredar su fortuna. Tras ser juzgado y condenado a muerte, intervino el duque de Borgoña, y se le conmutó la pena a cambio de caminar el Camino de Santiago. En el viaje, se enamoró de una mujer comprometida, pero al ver que sus insinuaciones no fueron correspondidas, mató a la pareja. Vestido de monje, caminó hasta la catedral, que estaba cerrada cuando llegó. Durante la noche, el fantasma de su padre apareció y lo perdonó, a la vez que le condenó a esperar el perdón de la joven pareja por toda la eternidad. La otra historia habla de un sacerdote que se enamoró de una monja enclaustrada. Todas las noches, el sacerdote se colaba a través de un pasaje secreto que conectaba el convento con la catedral, bajo los escalones de la Praza da Quintana. Un día, acordó encontrarse con su amada a medianoche para que pudieran fugarse. Para no despertar sospechas, se disfrazó de peregrino, pero la monja nunca apareció. Dice la leyenda que todas las noches, el fantasma del sacerdote sigue esperándola.
Ciudad cultural

El arquitecto estadounidense Peter Eisenman reproduce simbólicamente el centro histórico de Santiago en el complejo de edificios que diseñó para Monte Gaiás, a las afueras de la ciudad. Aquí se encuentra la Ciudad de la Cultura, creada en 1999 con fines culturales y de uso polivalente. Aún en fase de finalización, casi todos los edificios reciben visitantes y también albergan la biblioteca y archivo de Galicia, salas de exposiciones, un museo y un centro de innovación cultural y emprendimiento creativo, entre otras instalaciones. Este conjunto de edificios deconstructivistas cuenta con grandes superficies y líneas curvas, con plazas, jardines, zonas peatonales y una vista panorámica de Compostela.

Otro ejemplo de pensamiento avanzado es el Centro Galego de Arte Contemporánea, que fue diseñado por el arquitecto portugués Álvaro Siza Vieira. El director, Santiago Olmo García, explica que no hay exposiciones permanentes, a pesar de que el museo tiene una colección propia (creada en 1995), que se centra en artistas españoles, portugueses y latinoamericanos. Cerca del centro histórico, también creado por Álvaro Siza, se encuentra la sorprendente Facultad de Ciencias de la Comunicación.

Encontramos lugares culturales inesperados en la ciudad y sus alrededores, como el Café Derby, abierto desde 1929 y hogar de importantes reuniones de artistas e intelectuales. El más reciente Pub Momo combina música en directo con juegos de mesa, fiestas temáticas con concursos y exposiciones con conversaciones con estudiantes de diferentes nacionalidades. Y si quieres explorar la cultura tradicional, especialmente en la Rua Nova, presta atención a la artesanía en las calles estrechas, además de en establecimientos como Sergadelos, que vende cerámica gallega, la sombrerería Iglesias, Boles y Colmado (gastronomía) y los numerosos joyeros que venden el famoso azabache de la ciudad.

Un puñado de trucha

En Santiago, podemos ver la importancia de la gastronomía antigua y contemporánea. Entre docenas de narrativas sobre la cronología de la ciudad, en 1214 se supone que San Francisco de Asís recorrió el Camino de Santiago, lo que le hizo querer construir un monasterio. El terreno disponible, que hoy forma parte del casco urbano, junto al monasterio benedictino de San Martín Pinario, pertenecía a una de las órdenes más poderosas y ricas de Compostela. El terreno fue cedido, pero con la promesa de que, cada año, los franciscanos entregarían una cesta de truchas a los monjes benedictinos. Como era de esperar, el pescado es una parte importante de la gastronomía de la región.

Los platos tradicionales se celebran en toda la ciudad, entre ellos el pulpo. Son muchos los locales dedicados a la cocción del molusco (pulpeiros), que es un elemento importante de la identidad gallega. Otra historia: en la propia catedral, se dice que el Pórtico da Gloria es la inspiración para uno de los quesos más populares de la región. Se dice que el arzobispo pidió al constructor Maestro Mateo que redujera el tamaño de los senos de la estatua de la reina de Saba. Cuando los vecinos se enteraron, reaccionaron creando la tetilla, en forma de pecho, que sigue siendo uno de los cuatro quesos famosos de Galicia, además de Arzúa-Ulloa, San Simón y Cebreiro.

Después de la catedral, el Mercado de Abastos es el lugar más popular. En el interior, hay un patio de comidas donde uno de los restaurantes, Mariscomania, cocina lo que los clientes compran en el mercado. Los visitantes también pueden disfrutar de la tradicional tarta de Santiago, que se elabora con huevos, azúcar y almendras. Incluso hoy en día, la “rueda de expósitos” (donde se dejaban los bebés en adopción) del Monasterio de San Paio de Antealtares se utiliza para comprarle la tarta a las monjas. La más joven de las 15 monjas enclaustradas, que tiene unos 80 años, está autorizada a venderlas.

 

Por Augusto Freitas de Sousa © up-tap inflight magazine


 (Ver artículo en UP Magazine, edición febrero de 2020)