Luanda Baila en una Angola que Canta

Es una Luanda que encanta en una «Angola que canta». Y canta con alegría y simplicidad en todas las esquinas. Contrastes evidentes y una armonía natural única forman la identidad de una tierra con secretos interminables por descubrir. Las cicatrices de la todavía reciente guerra civil van sanando con la rutina de las gentes. El camino hacia la modernidad se hace al compás de los días habituados a las adversidades.
Bahía

Da la bienvenida a los que llegan. La bahía invita al futuro, simboliza el movimiento ascendente de la ciudad y realza la mezcla de la fuerte influencia europea con el modo de vida y tradiciones africanas. Recientemente renovada, es un lugar de encuentros y del nuevo latir de la tierra. 

A lo largo de los más de 3 km del nuevo paseo marítimo, se alinean espacios verdes, tiendas, bares, campos para la práctica de deporte, restaurantes y el frenesí de quienes pasan. Unos prolongan su estancia allí, otros no tanto, pero solo porque no pueden,  tienen cosas que hacer. Jogging, conciertos, paseos en familia, fiestas e incluso pesca hacen de esta bahía una especie de postal animada de la capital angoleña.


Cada vez más una Manhattan Africana

Es como muchos le llaman o, al menos, lo que creen que será en el futuro. Luanda es una de las ciudades más cosmopolitas de África; el acelerado crecimiento económico que la ha caracterizado en los últimos tiempos se ha reflejado en la construcción, a un buen ritmo, de edificios y rascacielos que quieren llegar a lo más alto. El paisaje se va modificando, verticalmente, al sabor del contexto económico.

Como contraste, en los alrededores, los musseques o barrios desfavorecidos nos recuerdan que, por aquí, la vida también es difícil y las condiciones para vivir rudimentarias. Es, con esto, una capital de extremos y de desafíos: lo importante saber cómo descubrirla.

Sabor y arte en las calles, en los mercados y en la vida

La venta ambulante forma parte del espíritu africano y, cómo no, de Luanda. Frenesí de colores, de sonrisas humildes y las ganas de vender conforman los días de muchos luandeses. Entre fruta, verduras, el pescado más diverso, pan fresco y artesanía se vende de todo, en nombre de una vida mejor.

Además de la venta improvisada, que puebla las calles de la ciudad, los mercados asumen su papel: organizar y realizar, dentro de lo posible, el ajetreo de la venta. Y hay varios en la ciudad que constituyen ejemplo de ello: el Mercado municipal de Samba o Kifica (el más tradicional de venta de artesanía), el Mercado municipal de Cazenga o el Mercado municipal do Cacuaco. Si visita uno de estos mercados o puntos de venta, demuestre interés por los productos de la tierra y lleve kwanzas, la moneda angoleña.

De Luanda a la... Luna

 Más precisamente al Mirador de la Luna. Es de la luna, porque es un lugar formado por un conjunto de acantilados que hacen recordar los más bonitos y desafiantes paisajes lunares. Se encuentra en la zona de Belas, al sur de Luanda, con el mar adivinándose no muy lejos. Es el resultado natural visualmente poético de la erosión provocada por las lluvias tropicales y por el viento en un suelo ocre de varias tonalidades, que varían según la intensidad de la luz del sol. Un escenario perfecto para una fotografía de la puesta de sol.

Mussulo

A lo largo de la costa, no muy lejos del centro de Luanda, podremos descubrir la isla de Mussulo que, en verdad, es una península y también uno de los lugares más demandados de la provincia de Luanda. En la costa tenemos playas de arena clara y el cálido mar ostenta un azul profundo. Es como si la isla tuviese dos personalidades diferentes.

Del lado continental, se sitúan las playas más concurridas, tanto por angoleños como por turistas. La oferta de centros turísticos garantiza unas vacaciones o un fin de semana perfectos en aquel que es uno de los principales puntos turísticos del país. Aquí podrá hacer diversas actividades deportivas acuáticas y de ocio, o descansar en una terraza acogedora, al final del día, frente a una puesta de sol sin igual. Es sabido que el sol cuando nace es para todos, pero en Angola nace y se pone para ser único e inolvidable. Es también uno de los lugares donde los niños de la tierra llegan con su sustento: la artesanía. Collares y pulseras hechas con cuidado a mano, a cambio de gentileza y kwanzas.

Después, el otro lado de la isla. Es un casi secreto, todavía con algunas playas vírgenes y donde solo llegan los pescadores y los más aventureros, después de un largo paseo bajo el sol. Pequeñas aldeas y cocoteros componen la imagen.

Y qué bien que sienta…

La gastronomía angoleña es el resultado de muchas influencias (como la portuguesa, la mozambiqueña o la brasileña), pero sabe, esencialmente, África. Ir a Luanda es probar, por ejemplo, la muamba de gallina, el calulu de pescado, el mufete, el funge de maíz o mandioca o la inolvidable y dulce banana asada con jinguba (cacahuete).

En una «Angola que canta», Luanda también baila

Nos encontramos en África, se siente el calor de los ritmos. Hay siempre música, complicidad y una invitación genuina para bailar. La celebración es constante, y se recomienda. Con o sin ritmo, cuando la música empieza a tocar, todos bailan. Kizomba, semba, rebita y kuduro son los ritmos que marcan las noches de Luanda y que incluso contagian a quien por allí pasa. La experiencia es siempre intensa y los diversos géneros musicales (y los bailes que los complementan) hacen de la noche una pista calurosa en la que no vale quedarse parado, ni cabe la tristeza.

Es como canta Paulo Flores, uno de los nombres más populares de la música angoleña: «desse meu abraço sincero apertado, te espero a meu lado a ouvir, Angola que canta. Põe essa tristeza de lado, veste esse sorriso, não faz mal, Angola que canta» (De ese abrazo mío, sincero y fuerte, te espero a mi lado escuchando, Angola que canta. Deja esa tristeza de lado, viste esa sonrisa, no pasa nada, Angola que canta).

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