Belém: Colonial, Misteriosa, Tropical

Fundada en 1616, Belém fue la primera colonia portuguesa en la región Amazónica. Tras haber sido el epicentro del comercio del caucho en el siglo XIX, se fue transformando en una atracción turística: por una parte, la ciudad esconde varios tesoros arquitectónicos y culturales; por otra, Belém es hoy un punto de partida para aquellos que desean conocer el «pulmón del mundo».

Ecos de la Antigua Colonia

La capital del estado brasileño de Pará tiene una identidad que se define por su geografía y por su historia. En 1616, el navegante portugués Francisco Caldeira Castelo Branco llegó a esta región habitada por los indios tupinambás, muy cerca de la desembocadura del río Amazonas, y fundó la colonia de Feliz Lusitania (el curioso nombre original de Belém). Este hecho dejó marcas que todavía perduran en el paisaje, cultura y costumbres locales.

Un buen ejemplo es la Cidade Velha, el antiguo centro histórico donde es posible descubrir fachadas de viejos edificios coloniales de los siglos XVII al XIX. Destaca la Casa de las Once Ventanas, antiguo hospital transformado en museo de arte contemporáneo, y el Forte do Presépio, un monumento público que marca la zona más antigua de la Feliz Lusitânia. Por todas partes se encuentran también casas cubiertas con los típicos azulejos portugueses.

El siglo XIX fue un periodo marcado por la prosperidad que trajo el comercio del caucho. El Theatro da Paz, un edificio neoclásico de finales del siglo XIX todavía hoy en funcionamiento, fue financiado por la élite local y simboliza toda una época. Otro ejemplo de este estilo arquitectónico es el Museo de Arte de Belém, una de las principales instituciones culturales de la ciudad.

El legado portugués se hace sentir también en la religiosidad de la cultura local, alcanzando su expresión máxima en el mes de octubre con el Círio da Nazaré, la mayor procesión católica de Brasil. El evento se lleva realizando desde el siglo XVIII y atrae a una verdadera multitud: unos 2 millones de participantes. Este mar de gente se reúne para acompañar a la imagen religiosa en procesión desde la Catedral hasta la Basílica de Nazaré. Visitar Belém en esta época es siempre una experiencia intensa.
Renovación, Sabores y Cultura

En las últimas décadas, una ola de renovación urbana ha pasado por la ciudad. Los resultados están a la vista: varias secciones de la ciudad han sido restauradas, y existen nuevos centros de atracción. La antigua prisión de São José ha sido transformada en el Pólo Joalheiro, un complejo cultural que alberga el Museo de las Piedras Preciosas del Estado y la Casa del Artesano. En la zona del casco antiguo, la barroca iglesia de Santo Alexandre ha sido restaurada y es ahora la casa del Museo de Arte Sacro de Pará.

En la costa, una serie de almacenes portuarios dio lugar a la Estação das Docas, lugar donde se concentran restaurantes, bares, galerías de arte, un teatro y mucha diversión nocturna con conciertos y baile. Pero uno de los referentes de la ciudad ha permanecido inalterado: el histórico Mercado Ver-o-Peso, una antigua estación comercial reconocible por su estructura con torres. Aquí, todos los habitantes de Belém (y por ende, los turistas) se reúnen para apreciar los sabores y aromas particulares de esta región: gambas secas, pato en tucupi, tacacá (sopa de mandioca), frutas como el mango y el inevitable asaí, y muchos otros manjares sorprendentes que no se encuentran en ninguna otra parte del mundo.

Rumbo a la Amazonía

El encanto de Belém no reside solamente en su historia y en su arquitectura. En los parques y bosques de la ciudad salta a la vista la diversidad de la riqueza natural del norte de Brasil, tanto en las especies vegetales como en los coloridos pájaros que pueblan los árboles. Centenares de especies pueden ser observadas en el Mangal das Garças, un parque natural del casco antiguo con vistas al río Guamá. Pero incluso en las calles de esta ciudad de 1,4 millones de habitantes es posible cobijarse de la temperatura a la sombra de árboles como la palmera de asaí o el mango.

La diversidad biológica indica que estamos cerca de la Amazonía. La ciudad de Belém, implantada en la desembocadura del río Tocantins y algunos kilómetros al sur de la desembocadura del río Amazonas, es la puerta de entrada a este mundo. Si desea subir los ríos y adentrarse en la gran selva, nada como comprar un viaje en uno de los barcos que hace la conexión fluvial entre Belém y Manaos. El viaje dura varios días, y los barcos suelen ir repletos y con poco espacio para dormir cómodamente, pero la experiencia es muy compensadora: la riqueza de la fauna del río, el paso por aldeas con poblaciones indígenas y sobre todo la belleza imponente de la mayor selva del planeta.

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